lunes, 13 de junio de 2011

Décima primera semana, Tiempo ordinario


Tiempo ordinario
Décima primera semana
Lunes (Mateo 5, 38-42)
Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Jesús proclama para sus discípulos el principio de la caridad suprema: “No hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas”.
El Señor hoy nos propone la purificación del corazón de todo odio y resentimiento y, en consecuencia, la erradicación total de toda reacción de venganza, de devolver el mal con otro mal. Por ello propone: “…no hagan resistencia al hombre malo”, o según la traducción literal: “no resistan al mal”, es decir, al hombre malo, al que les hace mal. El discípulo no debe dar lugar a la cólera, no debe tomar la venganza por su cuenta, debe vencer el mal con el bien (Cfr. Rom 12,17-21).
El Señor nos pide reaccionar ante el mal no con la cólera o la ira, sino con una caridad extrema, incluso con los enemigos, porque es posible, porque al menos podemos acercarnos cada día más a ella, con su ayuda y con nuestro empeño; y porque es esencial para nuestra propia paz interior y felicidad.
San Cromacio de Aquileya nos dice: “Muestra el Señor que no podemos poseer el mérito del amor perfecto si amamos sólo a quienes sabemos que nos devolverán en pago el amor mutuo, porque sabemos que este tipo de amor es común también a los gentiles y pecadores. Por eso quiere el Señor que superemos la ley común del amor humano con la ley del amor evangélico; de modo que no sólo mostremos el afecto de nuestro amor hacia los que nos aman, sino también hacia los enemigos y los que nos odian, para que imitemos en esto el ejemplo de la verdadera piedad y bondad paternas”.
Martes (Mateo 5, 43-4)
Amen a sus enemigos. En el mismo contexto de ayer, y en el mismo texto, ahora el Señor nos dice: “Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y recen por los que los persiguen…”. Esta es una invitación a amar sin ninguna distinción, amigos y enemigos por igual, esto es de la misma forma como ama Dios a todos los hombres.
Cuando Jesús nos dice “Amen”, nos dice háganlo. Esta es la nueva actitud de los hombres frente a otros hombres, este es el comportamiento y el estado de ánimo que debemos manifestar exteriormente y sentir interiormente, es la nueva actitud del cristiano hacia los enemigos, con esto tenemos la oportunidad de superar toda agresividad, la nuestra y la de ellos, porque si amamos a nuestros enemigos, éstos dejan de serlo por nuestra parte y les damos la oportunidad, como posibilidad sincera de que ellos al mismo tiempo no nos consideren ya como tales, sino amigos, y de esta forma nace un cambio de su actitud hacia nosotros. A nosotros como cristiano nos corresponde dar el primer paso y así abrir las puertas a la conversión al amor de nuestros enemigos.
Si ayer se nos decía, no hagas resistencia al hombre malo, al enemigo, hoy se nos ha dicho, ama a tu enemigo, en palabras de san Juan de la cruz podemos decir: Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor, o también como ha dicho san Agustín: Ama y haz lo que quieras; si te callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; ten la raíz del amor en el fondo de tu corazón: de esta raíz solamente puede salir lo que es bueno.

Miércoles
Mateo 6, 1-6.16-18
Tu padre, que ve lo secreto, te recompensará. El Evangelio subraya que el Señor “ve en lo secreto”, es decir, escruta el corazón. Los gestos externos de penitencia, de la oración y de limosna, tienen valor si son expresión de una actitud interior, si manifiestan la firme voluntad de apartarse del mal y recorrer la senda del bien.
Aquí se trata de recobrar la sencillez de pensamiento, voluntad y corazón, que es indispensable para encontrarse con Dios en el propio ‘yo’ interior. ¡Y Dios espera esto para acercarse al hombre interiormente recogido y, a la vez, abierto a su palabra y a su amor! Dios desea comunicarse al alma así dispuesta. Desea darle la verdad y el amor que tienen en Él la verdadera fuente.
Para llegar a ser auténticos discípulos de Cristo, es necesario renunciar a sí mismos, tomar la propia cruz y seguirlo (cf. Lc 9, 23). Es el arduo sendero de la santidad, que todo bautizado está llamado a recorrer.
Desde siempre, la Iglesia señala algunos medios adecuados para caminar por esta senda. Ante todo, la humilde y dócil adhesión a la voluntad de Dios, acompañada por una oración incesante; las formas penitenciales típicas de la tradición cristiana, como la abstinencia, el ayuno, la mortificación y la renuncia incluso a bienes de por sí legítimos; y los gestos concretos de acogida con respecto al prójimo, que el evangélico evoca con la palabra ‘limosna’. Y todo esto debe hacerse en el silencio del corazón: Tu padre, que ve lo secreto, te recompensará.
Jueves. Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
Lucas 22, 14-20
Hagan esto en memoria mía. Hoy celebramos la fiesta de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, la liturgia nos presenta el tema eucarístico: el Evangelio de san Lucas nos refiere la institución de la Eucaristía (22,14-20): el pan y el vino adquieren una realidad y un nuevo significado a partir de las palabras de Jesús.
Jesús, en esta escena del Evangelio les dice a sus discípulos: “Este es mi cuerpo que es entregado por ustedes” (22,19ab). El Señor con numerosos actos de misericordia había nutrido la gente a lo largo de todo el Evangelio y había distribuido pan y pescado a la multitud hambrienta, ahora vuelve a dar alimento. Pero ahora:
1) El alimento es el mismo Jesús: no un Jesús abstracto sino un Jesús que se “da” a sí mismo por sus discípulos.
2) La frase “por ustedes”, hace explícito el significado de la fracción y la distribución del pan: la muerte de Jesús es una muerte padecida por el bien de los otros. “Por ustedes”: Jesús muere por los que ama, por sus discípulos.
Por otra parte, el cáliz de vino también es distribuido por Jesús a los apóstoles, diciendo: “Esta es la copa de la Nueva Alianza de mi sangre, que será derramada por ustedes”. Se subraya también que la muerte de Jesús es por el bien de aquellos que Él ama.
Notemos que Jesús sobre el pan y el vino, dice: “Hagan esto en memoria mía”. Con estas palabras Jesús el sacerdocio de Jesús continúa presente en medio de la Iglesia: el don de su vida por sus discípulos continúa vivo en aquellos que junto con Él son llamados a hacer lo mismo. Esto se realiza en la liturgia, en una vida de dedicación completa al servicio de los demás y, sobre todo, en la configuración de la propia personal con Jesús Eucaristía. Como dice san Juan Eudes: “El Corazón de Jesús no es solamente el Templo, sino el altar del divino amor. Él es el soberano sacerdote que se ofrece continuamente con amor infinito. Ofrezcámonos con Él, que Él nos consuma enteramente en el fuego de amor de su corazón”.

Viernes
Mateo 6, 19-23
Donde está tu tesoro, allí también está tu corazón. Jesús en el evangelio nos describe el auténtico tesoro que desafía a la muerte: “No amontonen tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonen más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 19-21).
San Ambrosio reafirma de modo neto y firme la inconsistencia de las riquezas: “Son cosas caducas y se van con más rapidez de la que llegaron. Un tesoro de este tipo no es más que un sueño. Te despiertas y ya ha desaparecido, porque el hombre que logra superar la borrachera de este mundo y vivir la sobriedad de las virtudes, desprecia todas estas cosas y no da valor alguno al dinero” (Comentario al 23).
El obispo de Milán invita, por consiguiente, a no dejarse atraer ingenuamente por las riquezas y por la gloria humana: “No tengas miedo, ni siquiera cuando veas que se ha agigantado la gloria de algún linaje poderoso. Mirando a fondo con atención, te parecerá vacía si no tiene una brizna de la plenitud de la fe”. De hecho, antes de la venida de Cristo, el hombre se encontraba arruinado y vacío: “La ruinosa caída del antiguo Adán nos vació, pero la gracia de Cristo nos llenó. Él se vació a sí mismo para llenarnos a nosotros y para que en la carne del hombre habitara la plenitud de la virtud”. San Ambrosio concluye que, precisamente por eso, ahora podemos exclamar, con san Juan: “De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia” (Jn 1, 16) (cf. ib.).
Por consiguiente, sólo las buenas obras permanecen y forman ese tesoro, acumulado en el cielo, y “donde los ladrones no lo desentierran ni roban, porque ?continúa el divino Jesús? donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6, 20, 21).
Sábado
Mateo 6, 24-34
No se preocupen por el día de mañana. Estas palabras del Evangelio parecen contradecir tantos criterios y actitudes que vemos en nuestro mundo. En efecto, para la humanidad, para la sociedad actual, la producción, la ganancia, el progreso económico parecen asumir la categoría de criterios últimos y definitivos que rigen el comportamiento humano. De acuerdo con estos criterios se enjuicia y se da valor a la gente y a los pueblos, y se determina su posición en la escala social por la importancia que se les concede o por el poder que tienen.
Si se aceptara moralmente esta jerarquía de valores, el hombre quedaría obligado a buscar en todo momento el poseer, el poder, el placer y el parecer, como única meta de la vida. Entonces el hombre se mediría, no por lo que es, sino por lo que tiene.
Juan Pablo II, en Monterrey, el 10 de mayo de1990, decía: A ti, hombre que miras complacido las obras de tus manos, el fruto de tu ingenio, Cristo te dice: ¡no te olvides de Aquel que ha dado origen a todo! ¡No te olvides del Creador! Es más, cuanto más profundamente conozcas las leyes de la naturaleza, cuanto más descubras sus riquezas y sus potencialidades, tanto más te has de acordar de Él.
Por tanto, “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura”. En un mundo que busca certezas humanas y seguridades terrenas, mostremos que Cristo es la roca firme sobre la cual construir el edificio de la propia existencia, y que la confianza depositada en Él jamás queda defraudada.