sábado, 25 de junio de 2011

Homilia XIII Domingo Ordinario/A Segunda lectura


XIII Domingo Ordinario/A
El Bautismo nos sepultó con Cristo para llevemos una vida nueva
San Pablo en la segunda lectura subraya con mucha fuerza la transformación que lleva a cabo en el hombre la gracia bautismal: “Por el bautismo, escribe, fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos (...), así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). El bautismo es como un nuevo nacimiento, como un injerto. Existe una real y profunda comunión de vida con Jesús real: el que ha muerto y ha resucitado. En efecto, por el sacramento del bautismo, "el hombre se incorpora realmente a Cristo crucificado y glorioso y se regenera para el consorcio de la vida divina... Además, el bautismo, constituye un poderoso vínculo sacramental de unidad entre todos los que con él se han regenerado” (UR 22).
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Cc. de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1).
El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios...lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque, es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios (S. Gregorio Nacianceno, Or. 40,3-4).
En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la noche pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.
Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC can. 872-874).
El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo. Por la acción misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho partícipe del sacerdocio de Cristo.
Por consiguiente, al ver toda la profundidad de los efectos de nuestro bautismo, en nuestras almas, esta es la profundidad de vida que hemos de llevar, una vida que compagine con la fe que recibimos, pues si no vivimos lo que creemos, terminaremos creyendo como vivimos, y si creemos como estamos viviendo, ponemos en peligro nuestra dicha eterna. Por esto, el beato Juan Pablo II en 1997, nos exhortaba así: Bautizados, den testimonio a Cristo por su esfuerzo de una vida recta y fiel al Señor, que se ha de mantener con una lucha espiritual y moral. La fe y el obrar moral están unidos. En efecto, el don recibido nos conduce a una conversión permanente para imitar a Cristo y corresponder a la promesa divina. La palabra de Dios transforma la existencia de los que la acogen, pues ella es la regla de la fe y de la acción. En su existencia, para respetar los valores esenciales, los cristianos experimentan también el sufrimiento que pueden exigir las opciones morales opuestas a los comportamientos del mundo y a veces incluso de modo heroico. Pero la vida feliz con el Señor tiene ese precio. Queridos hermanos, su testimonio tiene ese precio. Confío en su valor y en su fidelidad.
Cristo está con ustedes en el camino diario de vuestra vida. Cristo nos ha llamado y elegido para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Diríjanse a él en la oración y en el amor. Pídanle que les infunda la valentía y la fuerza para vivir siempre esta libertad. Caminad con él, que es “el camino, la verdad y la vida”.