sábado, 2 de julio de 2011

XIV Domingo del tiempo ordinario/A


DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO/A
Soy manso y humilde de corazón
En estos últimos domingos Cristo nos ha llamado a seguirle; a anunciar, a comunicar su Evangelio; hoy nos invita a vivir en comunión con él. Una comunión que ofrece especialmente a los sencillos: a quienes no se creen sabios ni entendidos; a los hombres y mujeres que andan cansados y agobiados: quizá muchos, quizá la mayoría de nosotros; no nos pese: éstos son los preferidos de Cristo.
Evitemos la tentación de pensar que Cristo, antes que nada, nos exige, nos manda, nos impone. No, antes que nada nos ama de tal modo que nos quiere comunicar aliento y fuerza para nuestro camino, porque él sabe que este camino es difícil. Es hombre como nosotros, compañero de camino y es el Señor, que nos ama y nos llama a vivir con él.
Jesús nos quiere dar lo mejor que tiene: su comunión de vida con el Padre. Sí, no propone fáciles soluciones a nuestro andar “cansados y agobiados”, no esconde que la vida está llena de dureza; lo que hace es decir sencillamente: “Vengan a mí... y encontrarán su descanso”. No es un descanso que esquive nuestra lucha de cada día; pues también nos dice: “carguen con mi yugo”, sino un descanso que se halla por el extraño camino de saberse hijo de Dios, querido por el Padre, discípulo de Cristo. Es decir, en el vivir en comunión con Dios, comunión de vida y amor. Una comunión que no evita la lucha, el peso del yugo de cada día. Pero que -dice Cristo- puede convertirlo en un ¡yugo llevadero y una carga ligera! Si es asumido como un compartir el camino de amor de Cristo, ante y con Dios, viviendo en su presencia, haciendo en todo su santa voluntad.
Las palabras son insuficientes para expresar lo que Cristo nos dice. Pero, todos lo hemos experimentado alguna vez, cuando hemos conseguido sintonizar con su presencia, cuando en momentos concretos de nuestra vida hemos tenido la experiencia de su presencia en nuestro caminar. Con una entera confianza en el Espíritu de Dios, que habita en nosotros -como hemos leído en la carta de Pablo-, intentemos cada día el encuentro con Jesús, para tener momentos de paz, para ir a lo más hondo, para encontrar un espacio de oración, para escuchar las palabras de Cristo: “Vengan a mí...”
Cargar con el yugo de Jesús, se trata de dejarse subyugar por Cristo y el evangelio. Esta palabra -subyugar expresa a las mil maravillas el profundo sentido evangélico de las palabras de Jesús, pues cuando el yugo es el amor, el único que puede cargar con el yugo es el enamorado. No se trata en consecuencia de cargar con nada, sino de hacerse cargo del amor de Dios para realizarlo en y con los hermanos, con todos los hombres. Sabemos que, para el que ama, todas las obligaciones están de más. No hace falta que nadie le diga qué tiene que hacer, pues se lo dicta su corazón. Y también sabemos que, cuando falta el amor, todas las leyes son insuficientes. Por eso el evangelio es algo muy sencillo, tan sencillo como amar.
Y por eso es sólo para gente sencilla, para los que se dejan llevar del amor: enamorarse y no especular con los sentimientos. Ser cristiano es dejarse llenar del amor de Dios y rebosarlo en los hermanos. Eso es todo.
Intentemos, en la semana, caminar con Jesús, dóciles a su Espíritu, subyugados por su amor, yugo llevadero y carga ligera.