miércoles, 23 de noviembre de 2011

Año Litúrgico. Tiempo de Adviento


EL NUEVO AÑO LITURGICO INICIA CON EL ADVIENTO
Abrimos el nuevo Año litúrgico con su primera etapa: el Adviento, el período que conmemora la venida de Dios entre nosotros. En este Adviento se nos concederá, una vez más, experimentar la cercanía de Aquel que ha creado el mundo, que orienta la historia y que ha querido cuidar de nosotros hasta llegar al culmen de su condescendencia haciéndose hombre. Precisamente el misterio grande y fascinante del Dios con nosotros, es más, del Dios que se hace uno de nosotros, es lo que celebraremos en las próximas semanas caminando hacia la santa Navidad. Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de la mano y, a imagen de María santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor que salva y consuela.
1. AÑO LITÚRGICO
En año Litúrgico es el período cíclico anual durante el cual la Iglesia celebra la historia de la salvación realizada en y por Cristo a la que distribuye en festividades y ciclos menores.
El año comienza el primer domingo del adviento (el más cercano al 30 de noviembre), se centra en el misterio pascual, termina con la fiesta de Cristo Rey y se basa en la estructura semanal, cuyo eje lo constituye el ‘Día del Señor’ o Domingo. Su organización anual es sencilla: el primer gran Ciclo, el de la Navidad, comprende un período de preparación llamado Adviento (cuatro semanas). A este lo sigue el período de la Navidad propiamente tal, que concluye con la Epifanía.
El segundo ciclo, el principal, es el de la Pascua. Lo prepara la Cuaresma (cuarenta días). Lo sigue un período de cincuenta días. (Pentecostés), y lo concluye la solemnidad el mismo nombre.
En el centro de cada uno de estos dos ciclos están las festividades por excelencia: el triduo pascual (de la celebración vespertina del jueves Santo hasta la Vigilia pascual: nacimiento para la gloria) y la Vigilia de la Navidad (nacimiento para la tierra). Ambos momentos y eventos se celebran por la noche y evocan la salvación de Dios desde la oscuridad que envuelve al hombre.
El resto del año litúrgico se llama ‘Tiempo ordinario’ o ‘Tiempo durante el año’. Se desarrolla entre los dos ciclos anteriores y puede durar hasta 34 semanas.
Durante el Año litúrgico se celebran varias fiestas del Señor:
Santísima Trinidad, Anuncio del nacimiento de Cristo, es decir, el anuncia de la encarnación, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, Corpus Christi, Transfiguración, Sagrado Corazón de Jesús;
Objetos de la redención: la Cruz y la Preciosísima Sangre;
De María (Maternidad divina, Asunción, Natividad, Inmaculada Concepción,
Y otras regionales y devocionales (bajo diversas advocaciones como las del Carmen, Virgen de Guadalupe, Lourdes, Fátima, La Merced);
Y las memorias de los Santos, ejemplos de vida cristiana: entre las que destacan las fiestas de Juan Bautista, san José, san Pedro y san Pablo; apóstoles, mártires, confesores, Padres de la Iglesia, Doctores de la Iglesia, Fundadores de institutos religiosos, laicos, misioneros y ascetas.
El año litúrgico de la Iglesia se presta para la formación de la comunidad cristiana en los terrenos bíblico, teológico, litúrgico, misionero y espiritual. Existen actualmente tres cielos (A, B, C,) y un doble leccionario (I y II, según el año par o impar) en los que se lee y medita toda la Escritura o Biblia.
De este modo, los fieles cristianos, se alimentan de la Sagrada Escritura y de los Sacramentos durante todo el Año Litúrgico. Ahora en estos siguientes lunes, me propongo, con el favor de Dios, darles unas gotitas de enseñanza sobre Adviento, Navidad y Epifanía, y así de cada tiempo en su momento, para gloria de Dios y salvación de nuestras almas.

2. SIGNIFICADO DEL ADVIENTO
“El tiempo de Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras vísperas de Navidad”.
El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede eliminar. Adviento, significa “presencia”, “llegada”, “venida”:
El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. Nos invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creemos en él, a todos los que creemos en su presencia en la asamblea litúrgica. El Adviento nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Dios está aquí, él está presente, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.
Adviento nos habla de la visita de Dios: él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros.
El Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos.

4. GUÍAS DEL ADVIENTO
Los personajes clásicos del adviento son el profeta Isaías, el precursor Juan Bautista y la Madre de Dios, María de Nazaret- “a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres” (prefacio II). Estos ‘guías’ singulares nos indican las actitudes que es preciso tomar para salir al encuentro de este ‘Huésped’ divino de la humanidad.
1. Isaías es el profeta del Adviento. En sus palabras resuena el eco de la gran esperanza en la venida del Rey Mesías, Jesús, y la conversión del corazón para recibirlo; exhorta a mantenerse vigilantes en la oración, para reconocer ‘los signos’ de la venida del Mesías: Digan a los cobardes de corazón: ¡Sean fuertes, no teman! Miren a nuestro Dios que va a venir a salvarnos” (Is 35, 4). Esta invitación se hace cada vez más apremiante a medida que se acerca la Navidad, enriqueciéndose con la exhortación a preparar el corazón para acoger al Mesías. El esperado de las gentes ciertamente vendrá y su salvación será para todos los hombres. Isaías afirma: El Señor viene... como Pastor; es preciso crear las condiciones necesarias para el encuentro con El. Es necesario prepararse.
2. Juan Bautista, el Precursor, es otro de los personajes del Adviento: se presenta como “la voz del que grita en el desierto”, predicando “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Mc 1, 4). Es la única condición para reconocer al Mesías, ya presente en el mundo. Efectivamente, Juan predicaba: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero El os bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1, 7-8).
3. María, la Madre del Señor es el tercer personaje del Adviento. María nos guía en la novena de preparación para la Navidad, nos guía hacia Belén. María es la mujer del ‘sí’, que, a diferencia de Eva, hace suyo sin reservas el proyecto de Dios. Así se convierte en una luz clara para nuestros pasos y en el modelo más elevado para inspirarnos. Con palabras exigentes, Juan Bautista anunciaba el juicio inminente: “El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego” (Mt 3, 10). Sobre todo ponía en guardia contra la hipocresía de quien se sentía seguro por el mero hecho de pertenecer al pueblo elegido: ante Dios –decía- nadie tiene títulos para enorgullecerse, sino que debe dar “frutos dignos de conversión” (Mt 3, 8).
4.-El Espíritu, Maestro del adviento: El adviento de encuentro con Jesús es obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, que formó a Jesús, hombre perfecto, en el seno de la Virgen, es quien lleva a cabo en la persona humana el admirable proyecto de Dios, transformando ante todo el corazón y, desde este centro, todo el resto. Así, sucede que en cada persona se renueva toda la obra de la creación y de la redención, que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo van realizando desde el inicio hasta el final del cosmos y de la historia. Y como en el centro de la historia de la humanidad está la primera venida de Cristo y, al final, su retorno glorioso, así toda existencia personal está llamada a confrontarse con él —de modo misterioso y multiforme— durante su peregrinación terrena, para encontrarse ‘en él’ cuando vuelva.
Esto significa que para llegar a Cristo en el conocimiento y en el amor -como ocurre en la verdadera sabiduría cristiana- tenemos necesidad de la inspiración y de la guía del Espíritu Santo, maestro interior de verdad y de vida. En el Verbo encarnado, que nace de María Virgen como primogénito de una multitud de hermanos, el Espíritu crea también la humanidad nueva de los redimidos.
5. LA CORONA DE ADVIENTO: PRIMER ANUNCIO DE NAVIDAD
Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona o guirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.
Origen. La corona de adviento encuentra sus raíces en las costumbres pre-cristianas de los germanos (Alemania). Durante el frío y la oscuridad de diciembre, colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera. Pero la corona de adviento no representa una concesión al paganismo sino, al contrario, es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. El vino para hacer todas las cosas nuevas.
Nueva realidad. Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: Juan 8,12: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”. La luz que prendemos en la oscuridad del invierno nos recuerda a Cristo que vence la oscuridad. Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: Mateo 5,14 “Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte”.
En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes utilizaban este símbolo para celebrar el adviento: Aquellas costumbres primitivas contenían una semilla de verdad que ahora podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.
La corona de adviento se hace con follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas. Tres velas son violetas, una es rosa. El primer domingo de adviento encendemos la primera vela y cada domingo de adviento encendemos una vela más hasta llegar a la Navidad. La vela rosa corresponde al tercer domingo y representa el gozo. Mientras se encienden las velas se hace una oración, utilizando algún pasaje de la Biblia y se entonan cantos. Esto lo hacemos en las misas de adviento y también es recomendable hacerlo en casa, por ejemplo antes o después de la cena. Si no hay velas de esos colores aun se puede hacer la corona ya que lo más importante es el significado: la luz que aumenta con la proximidad del nacimiento de Jesús quien es la Luz del Mundo. La corona se puede llevar a la iglesia para ser bendecida por el sacerdote.
La corona de adviento encierra varios simbolismos:
La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.
Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas: Nos hacen pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia.
Las manzanas rojas que adornan la corona: Representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal.
El listón rojo: Representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.