El texto de este domingo nos trae la deliciosa escena de
un Jesús que observa lo que está ocurriendo en el interior del Templo de
Jerusalén, y hace de su observación una hermosa enseñanza. Ante sus ojos
aparecen los letrados y fariseos, esa gente importante, reconocida y mandamás,
autorizadísimos por sus propias leyes, que iban y venían al Templo dándose una
importancia arrogante. Jesús señala no sólo el uso pertinaz que estos
personajes tenían, sino también el abuso injusto que ellos practicaban
aprovechándose de las capas más bajas de aquella sociedad, como eran las
viudas.
Homilía Domingo XXII del Tiempo Ordinario/B